No cabe duda que si de definir los tiempos que vivimos se trata, tendríamos que hacerlo como “el tiempo de las desmesuras”. Vivimos una época de demasiada gente, demasiados crímenes, demasiada explotación, demasiada contaminación, demasiadas armas en la calle, demasiada corrupción, demasiado dinero gastado en los oficios de la “seguridad”, demasiadas componendas para favorecer los status de la camada de los nuevos ricos y preservar el de los ricos de siempre, demasiadas promesas de cambio, demasiada injusticia, demasiados desempleados, demasiada gente atemorizada. En fin, vivimos en una especie de cuerno de la abundancia en donde lo que brota parece brotar por el esfínter equivocado. Todos- por supuesto,- reconocemos estos abusos de la demasía, los censuramos y al mismo tiempo experimentamos la sensación de no poder solucionarlos.
Desde luego que este ambiente esta fuertemente abonado por circunstancias que mientras no sean atendidas de forma y fondo, difícilmente la sensación de ir rápidamente camino a un estado fallido va a ser erradicada del ánimo de los ciudadanos:
La inmoralidad de la política y su estrechísima colaboración con el mundo de los negocios, pone en evidencia el deseo incontrolado de aumentar el control que de por si ya se tiene sobre las masas.
El papel distorsionado y codependiente de quienes se dedican a otras profesiones,- que lejos de establecer diferencias visibles en términos de honestidad profesional, - manifiestan una compulsión farisaica para mantener el “status quo” del sistema.
La apatía cada vez más acendrada de los incrédulos al paradigma de que las cosas pueden ser diferentes, que terminan por encerrarse en la hubris de su éxito personal, experimentando una especie de deshumanización hacia los congéneres. O en otras palabras, “que cada cual se rasque con sus uñas”.
El interés desmesurado en la maximización de los beneficios y el progreso material que se evidencia en el crecimiento a ultranza del mercantilismo, dejando de lado lo que concierne al aspecto humano, aunque dentro del catálogo de promesas,- obra humana,- exista como eje del ejercicio de gobierno.
La obsesión casi enfermiza por el cambio,- sin terminar de entender a cabalidad que clase de cambios deseamos y en que renglones se requiere lo urgente y necesario,- ponen de manifiesto el temor generalizado que experimentamos, al hecho de que las cosas se repitan con el mismo desenfreno; pero con gradientes mayores de hipocresía.
Estas facetas vergonzosamente oscuras, impregnan todos los estratos de la sociedad y las soluciones que se acostumbra ofrecer para corregir los excesos del deterioro colectivo no hacen sino agravar el problema y solo contribuyen fuertemente a la manifestación de la anarquía social sin visos de solución a corto plazo.
Quizá por esto, hay quien en su momento expreso que: “Hemos olvidado ingenuamente que bajo el mundo de la razón y las cosas correctas, hemos dado nacimiento a otro mundo bizarro y se ignora lo que la sociedad tendrá que soportar antes de que se atreva a admitirlo y hacer algo por trastocarlo”.
Sin embargo, esto que a muchos nos puede parecer,- en función de los eventos, que nuestra sociedad esta a punto de derrumbarse, tiene también el ingrediente para considerar que tal criterio es una exacerbación. Y que en realidad lo que esta sucediendo, es que nuestra sociedad esta a punto de experimentar una especie de transfiguración a causa de lo que en relación a los medios de comunicación viene sucediendo.
Me refiero al hecho de que las aperturas que los comunicadores han ganado a fuerza de persistencia, de alguna manera han construido en el ánimo de la sociedad, la impresión de no estar sola.
Incluso parece ser que han contribuido a la formación de un cierto sentido de seguridad a partir de las denuncia de los excesos, tanto los que provienen de la trinchera de la política, como de los que emanan de la del empresariado, sin pasar por alto las de los oportunistas solitarios.
Se ha logrado sembrar,- al menos algunos medios lo han hecho,- la idea sin retorno de que las sociedades mas seguras, son aquellas que recurren de manera sistemática a la vacuna de la libertad de prensa y en la que se desoyen los gritos emponzoñados que apelan al “destino divino de lo mismo de siempre” y la “paranoia santificada de que todo es una simulación”.
La consecuencia,- por supuesto,- es que todo lo anterior da la apariencia de que hoy en día, la sociedad se mueve en sentidos aparentemente opuestos, una parte alejándose de los regímenes totalitarios, prepotentes, fanáticos, corruptos, de ideología conveniente y altamente negociable y otra yendo precisamente hacia ellos. Y en este escenario se levantan los “amigos y los enemigos”. Ambos útiles y unos justificando a los otros. Ya que, los primeros nos enseñan lo que podemos hacer, mientras que los segundos nos enseñan lo que debemos hacer.
Así que, poniendo en esta perspectiva los sucesos que han rodeado a los elementos del gobierno actual, - incluyendo al propio Mario López Valdez,- y las reuniones que lo han acompañado, tenemos que aceptar que las incertidumbres acerca de los “amigos y enemigos” ganan cada vez mayor terreno.
Sin embargo, no podemos solo “psicologizar” los acontecimientos políticos ni tratar de entender el futuro que viene, a partir de simplemente pretender entender la tradicional forma de pensar de los “enemigos”. Pero tampoco podemos ignorar que los logros prometidos no se instalaran en la credibilidad social a partir de verdades a medias. Ya sean estas de carácter político o psicológico.
Los políticos tienen que aprender el lenguaje de la verdad entera y la sociedad divorciarse de la cómoda ingenuidad.
Los políticos deben explicar claramente las razones de sus hechos y la sociedad abandonar el maniqueísmo recurrente.
En resumen, muchos paradigmas tienen que ser cambiados y los más urgentes corresponden a las formas de hacernos oír y de hablar si queremos algún tipo de cambio en las formas de hacer, pues en el escenario actual, parece que los que son gobierno han perdido la capacidad de escuchar al pueblo, a causa de que perdieron la práctica de inclinarse para zanjar la altura en la que se auto ubicaron por decisión propia o por el gas de los elogios repetidos.
Lo cierto es que hay una sociedad en espera de vislumbrar algo que le indique que sus expectativas esta en la consideración del cumplimiento.
Que las interpretaciones que logra hacer como resultado de lo que observa, es mas producto de la tradición, que del plan de navegación a través del cual acompañará a quien en su momento solicito su apoyo para ganar una elección y su participación para ser gobierno.
Hay un sociedad, que si se evalúa a través de su participación en las redes sociales, parece ser que su forma de pensar, se basa en la inscripción mítica dela empuñadura de la espada del Rey Arturo: “Rebélate tantas veces como puedas, hasta que los corderos de conviertan en leones”.
Por esto y muchas cosas más,- como dice la canción,- una gran parte de esa base social esta urgida de un encuentro del tercer tipo, aunque algunos pensamos que el encuentro de mayor validez con la gente, deberá estar en función de las acciones de gobierno.
Sin embargo, esta consideración parece ser no suficiente para el ánimo de los muchos que desean recordarle a Don Mario lo que significa ser amo de sus silencios y esclavo de sus palabras. Que desean expresarle en corto a el y sus elegidos, que no basta terminar los discursos con un: “Gracias a Dios” porque si ambos saben,- sociedad y gobierno,- que Dios los está mirando, al menos habrá que darle un buen espectáculo.
Por esta razón: E. T. Phone Home.